La pregunta que tengo que contestar es si
soy justa,
estricta o corrijo con “manga ancha”. Lo primero que se me ocurre contestar es SÍ A
TODO. Pero claro, ahí no me estaría refiriendo a “corregir”, sino a “valorar”… y
ya no hablaríamos de “pruebas”, sino de “evaluación”. Y reconozco que ambos son
conceptos diferentes.
Pienso, entonces, en un examen y me pregunto:
¿Qué tipo de examen? De ESO, de Bachillerato, escrito, oral, individual,
cooperativo…
Claro, entonces, me tengo que volver a
centrar. Pienso en un texto y unas preguntas. Vale, voy bien. Pero me vuelve la
confusión… ¿Cuál? Pero sobre todo ¿Cuándo?... Cuando escribía unos mínimos y
empezaba corrigiendo por el más listo/a de la clase para no pasarme en mis expectativas. Claro, que
el más listo/a de la clase de “A” no era igual de listo/a que el de la clase de
“B”. Y no era igual una pregunta teórica de lengua que una de literatura o un
comentario de texto.
Entonces, llego a la conclusión que mi
ejercicio profesional en el tema de la “corrección” es sinónimo de “búsqueda de
rigor”. Las rúbricas pueden ser una magnífica herramienta, sobre todo en esas
preguntas en las que se puede contestar libremente. Afinar en el nivel de
precisión de algunos ítems tampoco me resulta fácil, aunque lo intento y eso es
lo máximo a lo que puedo aspirar, por lo menos de momento.
La cuestión que tenía que contestar era: ¿Me
considero justa, estricta o corrijo con mancha ancha? Lamento no poder dar una respuesta clara. Pero
confieso que, cando me encuentro con un ex alumno por la calle y me paro a charlar…
siempre le pregunto: Y yo a ti, ¿qué tal
te he tratado?
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